Debo confesar que soy muy fan de Isabel Coixet, así que lo que sigue no tendrá mucha imparcialidad, pero así es la vida y doctores tiene la Santa Madre Iglesia. Me gusta mucho A los que aman (1998) que, aunque tiene algunas irregularidades, me parece una historia de amor muy bien contada y que visualmente ya apuntaba muchas de las características del "estilo Coixet". Mi vida sin mi (2003) y La vida secreta de las palabras (2005) me parecen dos grandes películas donde los problemas de comunicación y sus silencios se convierten en dos temas clave que después aparecerán en toda la filmografía de esta directora, todo ello con el transfondo de la enfermedad y sus consecuencias en la primera, y las secuelas de la guerra en la segunda. En ellas , además, cuenta con el trabajo de grandes actores como Sarah Polley o Tim Robbins. Después vino Elegy (2008), que me gustó menos, quizá porque fue una peli de encargo (adaptación de El animal moribundo de Philip Roth) y porque Penélope Cruz raras veces me convence.
Y hoy lo que toca es hablar de Mapa de los sonidos de Tokio (2009). Lo primero que hay que decir es que el tono trágico se ha rebajado, lo cual se agradece, y aquí nos encontramos ante una historia de amores no correspondidos y pasiones desatadas. Una asesina a sueldo, interpretada por Rinko Kikuchi (que ya demostró su maestría en papeles herméticos en Babel) recibe el encargo de matar a un español, interpretado por Sergi López (su inglés es bastante carabanchelero, o morataleño, o vallecano, aquí cada uno puede poner el barrio que quiera, para que no haya malos rollos), que regenta una tienda de vinos en Tokio. La asesina no podrá matarle porque una atracción mutua surgirá entre ellos. Hay un tercer personaje, un hombre que se dedica a grabar los sonidos de Tokio y que sirve de narrador.
La película no deja de ser la historia de una atracción entre dos personas, con unas escenas de sexo muy bien realizadas en una habitación de un love motel que imita un vagón del metro de París. A veces parece que Coixet quiere dotar a la historia de un transfondo más profundo, con reflexiones sobre la felicidad o la muerte, pero no creo que sea necesario, la historia no lo necesita. Quizá sea ese un fallo de la directora (no todo van a ser piropos): su tendencia a la transcendencia en todo lo que filma.
Me ha gustado especialmente el personaje de Ryu, la asesina a sueldo. Su frialdad inicial y su posterior abandono a la pasión y al amor hacen de ella un personaje muy humano, y una de las mejores asesinas que ha dado el cine en los últimos años. El trabajo de Kikuchi hace mucho para que esto sea así. A Sergi López no me lo creo tanto, quizá porque aparece demasiado forzado hablando en inglés.
Un cuarto protagonista de la peli es la ciudad de Tokio. De la imagen que se da de ella me quedo con los planos aéreos acompañados del sonido de las cigarras. Me parece una buena forma de resumir visualmente lo que es la ciudad. En general, el sonido en la película es espectacular y a través de él podemos hacer un recorrido por los sonidos que, para Coixet, retratan a Tokio. En otras ocasiones aparece un Tokio muy estereotipado y extravagante, propio del extrañamiento del cineasta occidental ante la megalópolis asiática que ya vimos en Lost in translation (2003) o en Sabiduría garantizada (2000) y Cerezos en flor (2008) de la directora alemana Doris Dörrie. Es el caso de las escenas del karaoke, de las manifestaciones espontáneas de amor o ira en la calle o el restaurante donde se come sushi encima de una mujer desnuda. Bueno, al fin y al cabo no creo que Coixet trate de mostrar el Japón real, sino su Japón, así que no habría nada que reprocharle.
En resumen, la película me ha gustado. No es la mejor peli de Coixet, pero os la recomiendo.
Y hoy lo que toca es hablar de Mapa de los sonidos de Tokio (2009). Lo primero que hay que decir es que el tono trágico se ha rebajado, lo cual se agradece, y aquí nos encontramos ante una historia de amores no correspondidos y pasiones desatadas. Una asesina a sueldo, interpretada por Rinko Kikuchi (que ya demostró su maestría en papeles herméticos en Babel) recibe el encargo de matar a un español, interpretado por Sergi López (su inglés es bastante carabanchelero, o morataleño, o vallecano, aquí cada uno puede poner el barrio que quiera, para que no haya malos rollos), que regenta una tienda de vinos en Tokio. La asesina no podrá matarle porque una atracción mutua surgirá entre ellos. Hay un tercer personaje, un hombre que se dedica a grabar los sonidos de Tokio y que sirve de narrador.
La película no deja de ser la historia de una atracción entre dos personas, con unas escenas de sexo muy bien realizadas en una habitación de un love motel que imita un vagón del metro de París. A veces parece que Coixet quiere dotar a la historia de un transfondo más profundo, con reflexiones sobre la felicidad o la muerte, pero no creo que sea necesario, la historia no lo necesita. Quizá sea ese un fallo de la directora (no todo van a ser piropos): su tendencia a la transcendencia en todo lo que filma.
Me ha gustado especialmente el personaje de Ryu, la asesina a sueldo. Su frialdad inicial y su posterior abandono a la pasión y al amor hacen de ella un personaje muy humano, y una de las mejores asesinas que ha dado el cine en los últimos años. El trabajo de Kikuchi hace mucho para que esto sea así. A Sergi López no me lo creo tanto, quizá porque aparece demasiado forzado hablando en inglés.
Un cuarto protagonista de la peli es la ciudad de Tokio. De la imagen que se da de ella me quedo con los planos aéreos acompañados del sonido de las cigarras. Me parece una buena forma de resumir visualmente lo que es la ciudad. En general, el sonido en la película es espectacular y a través de él podemos hacer un recorrido por los sonidos que, para Coixet, retratan a Tokio. En otras ocasiones aparece un Tokio muy estereotipado y extravagante, propio del extrañamiento del cineasta occidental ante la megalópolis asiática que ya vimos en Lost in translation (2003) o en Sabiduría garantizada (2000) y Cerezos en flor (2008) de la directora alemana Doris Dörrie. Es el caso de las escenas del karaoke, de las manifestaciones espontáneas de amor o ira en la calle o el restaurante donde se come sushi encima de una mujer desnuda. Bueno, al fin y al cabo no creo que Coixet trate de mostrar el Japón real, sino su Japón, así que no habría nada que reprocharle.
En resumen, la película me ha gustado. No es la mejor peli de Coixet, pero os la recomiendo.
Pués nada, a verla
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