Hace no demasiado tiempo, volví a ver por enésima vez esa película eterna en el tiempo que tanto nos ha dado generación tras generación... efectivamente lo habéis adivinado: Conan el Bárbaro (1982)... de esta película he escuchado de todo: que si realmente es un drama, que si es la exaltación de la burricie, que si es un peliculón, que sólo por ver como un lechón de Jorge Sanz a base de una serie de golpes que le da la vida se transforma en chuache ya merece la pena, etc... Pero esta última vez que la he visto me di cuenta de algo que hasta ahora me había pasado desapercibido... me refiero a la escena en la que el bueno de Conan va paseando por tierras de zarajos y Resolí, y llega a la Ciudad Encantada.Allí se encuentra una apacible cabaña en la que a la puerta le espera una suculenta bruja falta de cariño. Por supuesto, ésta al ver las carnes tersas de Conan le abre las puertas de par en par... lógicamente como Conan es un caballero que sabe tratar a las mujeres, surge la magia... hasta que aquello se descontrola, la bruja se pone un poco más salvaje, a Conan no le termina de convencer ese rollo y finalmente con delicadeza la tira al fuego de la chimenea...Hasta aquí todo correcto, el momentazo fue cuando Conan le pregunta al espectro de la bruja por el paradero de las dos serpientes enfrentadas, y ésta le responde que las encontrará en ZAMORA!!!!!!!... así que sin pensarselo mucho, nuestro bárbaro se aprieta los machos y como si de Labordeta se tratara se cruza la península... los pelos como escarpias.
Si a esto se le añade el Great minds think alike que entre Conan y Juan Ramón Jiménez nos plantean los míticos Vicisitud y Sordidez... decididamente este filme se sitúa sin lugar a dudas entre uno de mis favoritos.
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