Hoy nos ponemos filosóficos para analizar tres películas que tratan de responder a algunas preguntas que a veces nos da por hacernos a los humanos y que nos traen de cabeza desde que el mundo es mundo.
La primera de ellas es El séptimo sello (1957) de Ingmar Bergman. Esta película nos muestra a un caballero medieval, Antonius Block (interpretado por Max von Sidow), que empieza a hacerse preguntas sobre el sentido de la vida y de la muerte, hasta que ésta aparecerá en persona para jugar una partida de ajedrez con él. Gran película en la que no me olvido de la gran interpretación de Bengt Ekerot interpretando a la Muerte, que en algunos momentos llega a verse acorralada por las preguntas de Block. Este se ve cada vez más impulsado a preguntar por aquello que no comprende, pero cuanto más pregunta menos comprende y se siente más impotente. Se nos ofrecen varias visiones a través de varios personajes, desde las más religiosas a las más incrédulas, sin que se extraiga una conclusión final. Toda la peli está impregnada de una atmósfera medieval, pero no trata de ser históricamente verídica, sino de crear un ambiente onírico, más próximo a los grabados de Durero o los cuadros de El Bosco. Probablemente, la mejor partida de ajedrez de la historia.
Andrei Tarkovsky filmó Stalker en 1979 y casi desde entonces se convirtió en una película fundamental en el género de la ciencia-ficción, pero va más allá de este género, introduciéndose y mucho en cuestiones más metafísicas y complejas como el mismo sentido de la existencia humana. Stalker presenta un mundo post-apocalíptico donde la única esperanza es la Zona. La Zona es un lugar donde cualquier sueño es posible, cualquier deseo puede convertirse en realidad. Para entrar en ella es preciso ir acompañado de un stalker o guía que conozca sus secretos. Así lo hacen un científico y un escritor.
La Zona es un personaje más de la película. Muta, parece que tenga vida propia y se empeña en engañar continuamente a los protagonistas. Pero la recompensa merece la pena: si llegan a la habitación podrán pedir lo que deseen. Ese es el problema, que una vez allí no sabrán qué pedir. Tarkovsky ofrece así una reflexión sobre la pérdida de la espiritualidad y la fantasía del ser humano actual. La escena final de la niña moviendo objetos con la mente sin darle ninguna importancia y dentro del más absoluto aburrimiento es impresionante y nos resume la idea de que el hombre ha perdido la fe en sí mismo y en su capacidad de trascender.
Problemas más mundanos pero no menos profundos trata Delitos y faltas (1989). Woody Allen narra en ella dos historias paralelas. Una es la del prestigioso médico Judah Rosenthal, que mantiene una relación extramatrimonial con Dolores Paley. Esta presionará al médico para que deje a su esposa y se quede con ella, amenazándole con airear sus oscuros manejos financieros si no lo hace. Frente a esto, Judah decide contratar a un asesino a sueldo para que mate a Dolores. A partir de ahí la película reflexiona sobre el significado de la culpa, la responsabilidad individual de nuestras propias acciones y la influencia de la religión en nuestra forma de percibir el mundo y a nosotros mismos.La segunda historia es la del mediocre director de documentales Cliff Stern, interpretado por Allen, que durante el rodaje de uno de ellos se enamorará de Jenny, que trabaja en la producción. Ésta convencera a Cliff para que deje a su mujer y cuando aquel lo hace, Jenny acabará sintiéndose atraída por otro hombre, Lester, y Cliff se quedará compuesto y sin novias. No es el único film de Allen en el que se da esta situación, al director le gusta tratar el problema de las consecuencias de nuestras acciones sobre el futuro, que a veces no podemos prever.
La película es magistral, de las mejores del director, que volverá a dar una vuelta de tuerca a este tema en Match Point (2005), y a veces dan ganas de sacar libreta y boli para tomas notas de algunos pasajes de su guión.
En fin, que si os gusta la filosofía y a veces os ponéis metafísicos, y como no sólo de libros de Nietzsche o Schopenhauer vive el hombre, os recomiendo que veáis alguna de estas tres joyitas. Seguro que no os defraudan (y si os defraudan me lo decís, faltaría más).
Andrei Tarkovsky filmó Stalker en 1979 y casi desde entonces se convirtió en una película fundamental en el género de la ciencia-ficción, pero va más allá de este género, introduciéndose y mucho en cuestiones más metafísicas y complejas como el mismo sentido de la existencia humana. Stalker presenta un mundo post-apocalíptico donde la única esperanza es la Zona. La Zona es un lugar donde cualquier sueño es posible, cualquier deseo puede convertirse en realidad. Para entrar en ella es preciso ir acompañado de un stalker o guía que conozca sus secretos. Así lo hacen un científico y un escritor.
La Zona es un personaje más de la película. Muta, parece que tenga vida propia y se empeña en engañar continuamente a los protagonistas. Pero la recompensa merece la pena: si llegan a la habitación podrán pedir lo que deseen. Ese es el problema, que una vez allí no sabrán qué pedir. Tarkovsky ofrece así una reflexión sobre la pérdida de la espiritualidad y la fantasía del ser humano actual. La escena final de la niña moviendo objetos con la mente sin darle ninguna importancia y dentro del más absoluto aburrimiento es impresionante y nos resume la idea de que el hombre ha perdido la fe en sí mismo y en su capacidad de trascender.
Problemas más mundanos pero no menos profundos trata Delitos y faltas (1989). Woody Allen narra en ella dos historias paralelas. Una es la del prestigioso médico Judah Rosenthal, que mantiene una relación extramatrimonial con Dolores Paley. Esta presionará al médico para que deje a su esposa y se quede con ella, amenazándole con airear sus oscuros manejos financieros si no lo hace. Frente a esto, Judah decide contratar a un asesino a sueldo para que mate a Dolores. A partir de ahí la película reflexiona sobre el significado de la culpa, la responsabilidad individual de nuestras propias acciones y la influencia de la religión en nuestra forma de percibir el mundo y a nosotros mismos.La segunda historia es la del mediocre director de documentales Cliff Stern, interpretado por Allen, que durante el rodaje de uno de ellos se enamorará de Jenny, que trabaja en la producción. Ésta convencera a Cliff para que deje a su mujer y cuando aquel lo hace, Jenny acabará sintiéndose atraída por otro hombre, Lester, y Cliff se quedará compuesto y sin novias. No es el único film de Allen en el que se da esta situación, al director le gusta tratar el problema de las consecuencias de nuestras acciones sobre el futuro, que a veces no podemos prever.
La película es magistral, de las mejores del director, que volverá a dar una vuelta de tuerca a este tema en Match Point (2005), y a veces dan ganas de sacar libreta y boli para tomas notas de algunos pasajes de su guión.
En fin, que si os gusta la filosofía y a veces os ponéis metafísicos, y como no sólo de libros de Nietzsche o Schopenhauer vive el hombre, os recomiendo que veáis alguna de estas tres joyitas. Seguro que no os defraudan (y si os defraudan me lo decís, faltaría más).
Vaaaaya, menudo artículo
ResponderEliminarCasi ná... ahí está el primer tridente catacroker
ResponderEliminarEl segundo: ya hubo uno Buñuel - Truffaut- Fassbinder
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